La facción
antiutópica por excelencia estaba constituida por el grupo saduceo, integrado
por la clase pudiente, tanto civil como sacerdotal. Era la aristocracia de
Israel y estaba formado por los miembros de las familias más ricas del país.
Ellos dominaban por su número en el Gran Consejo o Sanedrín. La aristocracia
sacerdotal administraba el templo. El sumo sacerdote primado era el jefe
religioso y político de la nación; su persona era sagrada. Sin embargo, el
influjo de la clase sacerdotal sobre el pueblo había disminuido mucho, pasando
a los fariseos y letrados, quienes, a través de la institución sinagogal, estaban
en estrecho contacto con el pueblo llano, al que transmitían, mediante la
enseñanza, la tradición farisea. Respecto a la dominación romana, los saduceos
habían llegado a un statu qua, a una especie de concordato tácito, por el
que los romanos reconocían la autoridad del sumo sacerdote y del Gran Consejo
en los asuntos internos, aunque con ciertas limitaciones, mientras los
dirigentes procuraban evitar conflictos abiertos con el poder romano. De ahí que los movimientos
populares los tacharan de colaboracionistas.
La
actitud de Jesús con ellos es distante. Los saduceos, con otros dirigentes, se
oponen a su enseñanza en el templo (Mc 11,17-18), y le tienden trampas para
desacreditado (Mc 12,13-17 par.). Para Jesús, el pecado saduceo es el
materialismo (Mc 12,18); no tienen más horizonte que el de esta vida y procuran
gozar en ella de todo privilegio. Esa actitud tiene por causa su desconocimiento
del verdadero Dios (Mc 12,24.27): tal es la condición de los jefes religiosos
de Israel.
Son los
saduceos, en particular los sumos sacerdotes, quienes exigen de Pilato la
condena de Jesús (]n 19,15.21) y azuzan a la gente contra él (Mc 15,11). No les
interesa la utopía ni el reino de Dios, que pondría en cuestión su hegemonía.
Se conforman con la situación existente, que les asegura el poder.
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