sábado, 9 de febrero de 2013

VII. CONCLUSIÓN. EL DIOS-AMOR.


La actividad y el mensaje de Jesús son la consecuencia de su experiencia de Dios como amor. Es lo que expresa la denominación «el Padre», que designa al que, por amor, comunica a los hombres su propia vida.
Si el Padre es amor sin límites al hombre, no puede tolerar que éste sufra, sea oprimido o se vea impedido de alcanzar la plenitud a la que está destinado. De la realidad del Dios-amor se deriva su oposición a la injusticia, la actividad de Jesús en favor de los débiles e incluso su aceptación de la muerte con objeto de llevar a cabo su obra liberadora.

Por eso, la actividad de Jesús se dirige particularmente a los más necesitados, a los marginados por motivos religiosos o sociales. Ella descubre las grandes esclavitudes que impiden el desarrollo del hombre y permiten su manipulación y explotación; son las ideologías religiosas y nacionalistas las que favorecen la marginación e impiden el amor y la fraternidad universal.

Pero, al mismo tiempo, la experiencia del Dios-amor impide cualquier actividad inspirada en el odio o que procure el daño de otros; de ahí la diferencia entre los episodios de liberación que aparecen en el Antiguo Testamento y la liberación que propone Jesús: quien ama está dispuesto a dar la vida, no a quitarla, ni siquiera para salvar la propia (8).

(8). Para el Dios-amor, ase J. Mateos - F. Camacho, El horizonte humano. La propuesta de Jesús, El Almendro, Córdoba 1988, cap 5.", «El Dios de Jesús». 

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