La resurrección de Jesús significa su
victoria sobre la muerte. El término «resurrección» pertenece a la tradición farisea
y, en el evangelio de Marcos, Jesús lo usa exclusivamente ante oyentes judíos.
Para los hombres en general habla de «salvar la vida», en el sentido de obtener
una vida que supera la muerte (Mc 8,35: «El que pierda su vida por causa mía y de
la buena noticia, la pondrá a salvo»).
En el NT, el término «resurrección» se usa
muchas veces con sentido polémico. De hecho, a los ojos de todos, la postura del
muerto es horizontal, y la «resurrección», que significa «levantarse de nuevo»,
indica la vuelta a la vida. Si Jesús fue condenado a muerte y ejecutado por los
representantes del sistema religioso-político judío, se dice que «Dios lo
resucitó de la muerte» (Hch 17,37; Rom 4,24) para subrayar que Dios da la razón
a Jesús en contra del sistema religioso que pretendía tener autoridad divina. A
los ojos de Dios, el condenado es el inocente; sus jueces son los culpables. No
sólo eso; con la resurrección, Dios invalida la sentencia de muerte.
Sin embargo, dejando aparte la polémica
propia de los primeros tiempos del cristianismo, una formulación teológica más
apropiada que la de «resurrección» es la de «la vida que vence la muerte».
El fundamento de la vida que no muere está en
la comunicación del Espíritu, fuerza de vida y amor de Dios mismo. Quien posee
esa vida de calidad divina y practica el amor a los demás no puede morir. Es
más, para él la muerte física no es más que un accidente inevitable, pero que
no conlleva ninguna experiencia de destrucción (Jn 8,51: «Sí, os aseguro que
quien cumpla mi mensaje no sabrá nunca lo que es morir»).
Esta vida definitiva asegura el éxito de la
utopía de Jesús, que no será vencida por la muerte (cf. Mt 16,18: «y el poder de
la muerte no la derrotará»). Así se expone en el evangelio de Juan, usando las
categorías del éxodo-liberación. Jesús contrapone el fracaso del antiguo éxodo
al éxito del nuevo (Jn 6,49: «vuestros padres comieron el maná en el desierto, pero
murieron»; 6,51: «quien coma pan de éste vivirá para siempre»). Según el proyecto
de Jesús, la humanidad debe ir alcanzando el máximo de su desarrollo y su felicidad
en la etapa histórica, e ir pasando sucesivamente a la etapa final y definitiva
del Reino, que, más allá de toda expectativa, coronará los logros de la existencia
terrena.
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